Mucho se ha hablado de los locos y los niños. Mucho que decir de las sensaciones, aparentemente inabarcables. Mucho se ha dicho de la falta de contención, de la eliminación de barreras, del cuadro no siendo cuadro, del triángulo siendo círculo; donde el área no contiene espacio, si no discurso. Más, ¿Qué se ha dicho del control de los sentidos? ¿Quién ha osado postular el estoicismo en estos tiempos de hedonismo descontrolado? ¿Dónde está el valiente rupturista, que ose atacar a las bestias desmedidas en primitividad que han deformado la estética hasta tal punto, de inundar los recipientes de basura pero no con desechos, si no con obras?
Leo manifiestos, obras, y hasta cuadros (estamos en los tiempos en que los cuadros se leen) y todo deja ver un tufo de profunda mediocridad, de poca madurez, de la infantilidad por excelencia; pues el monumento a la niñez solo es válido si eres niño. Y a cada cual lo que le corresponde.
He de extrañar la objetividad en un mundo donde las mujeres son hombres, los hombres animales, los animales son domésticos, y estos son maridos y mujeres de sus dueños. Los dueños son sirvientes del animal, y la condición animal es hoy la humana. Los humanos son cachorros a mucha honra, y los cachorros, en vez de encaminarse a la madurez, se encaminan a la locura. La locura se ha convertido en el objetivo del arte, y el arte por consiguiente, ha abandonado la estética, pues ¿qué tipo de estructura puede proyectar quien carece de ella?
Y es que esa es precisamente la idea.
El posmodernismo (o la sublimación de la emoción dejando de lado la razón o estructura objetiva) no es solo una corriente artística, si no, una actitud frente a la vida, y se hace más evidente a medida de que la materialidad hace difícil obviar esta condición o enfermedad mental colectiva.
Mucho hablaron quienes, en otros tiempos podían disfrutar de ese lujo, ¿pero dijeron algo realmente? ¿No es acaso, la queja por queja, una muestra de mediocridad personal, donde todo lo que se reclama, en realidad proviene de quien reclama?
Escapar hacia los sueños nunca soluciono nada, y el deseo incansable de vivir donde no hay linealidad de ningún tipo, solo demuestra miedo a la linealidad. Y el ser que es digno de hablar y sugerir no debe tener miedo.
Pero el miedo inunda todo; carcome, excita, digiere, asombra, y finalmente vomita las partes que suenan oscuras de nosotros mismos. Simplemente refleja, y aumenta el agujero negro en busca de asperezas azabaches y brillantes.
Es que el miedo abunda cuando las emociones abundan solas, a la deriva, alimentándose de nuestra voluntad sin control, confundiendo nuestra inteligencia, y atormentando a la esencia prístina que en realidad somos y que solo esta obstruida.
Miedo, miedo y más miedo es lo que percibo en cada párrafo Bretoniano renegando del mundo que sus ojos ven, para posar su mirada sobre el mundo que quiere ver, implorando obviar el mundo de sus propios pies y de su propio tacto, buscando lo imperecedero en lo que se quema rápido, y que por lo tanto, es fugaz.
Extasiados en la forma que bien manejan, desprecian el fondo, no identificando que se impregnan de él (por su sensibilidad por supuesto) quedando a expensas de negras grietas metafísicas que absorben e irradian. El artista como antena emocional debe cobrar sentido y también responsabilidad.
Pero “responsabilidad” es un término añejo, concepto que decodifica ideas arcaicas para el joven entrelazador de emociones e ideas; es más cómodo el desdén, la no-definición, lo abstracto, lo relativo, etc. Es más interesante el rango de la mediocridad (amplio por su frecuencia) que la unicidad del genio responsable con la belleza que trasciende.
Y es que esa belleza multiforme (pero universal), es inlograble por el artista posmoderno y por el mediocre de turno, siendo más loable incluso, el tráfico de influencias en un status quo economicista, que la belleza por la belleza que acostumbraba a la trascendencia artística de antaño.
Me asquea profundamente el curso que han tomado las cosas gracias a la mala comprensión de la psiquis humana, que sirviendo de herramienta en su momento dado, deslumbró con la luz que traen los descubrimientos interesantes la razón de toda una generación que condiciono a nuestro presente; es hora de hacer una re-evaluación de las propuestas, pues el arte como tal, peligra día a día. Es humillado
a cada segundo gracias a la democratización del mismo, pero también gracias a la hipersensibilización individual, donde históricamente, el arte ha tenido gran Responsabilidad.
Que los cobardes de turno huyan frente a este juicio implacable.
Por NARAI - Músico, Compositor, Cantante, Escritor, anti-artista
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