TORNIQQETE lúcido, radical y autónomo
I – Sobre la pestilencia
El mundo es yermo, las famosas ruinas se contemplan de forma existencial en el aquí del beato, mas solo queda la opción y la vida, el levantamiento de los mausoleos repletos de las formas de lo arcano y abiertos al reciclaje y el hundimiento de la mugre.
Existe una selva, bosque oscuro y azul el cielo, el globo eterno brilla con luz amarilla cautivante con efectos diversos, de acuerdo al punto de la Tierra. Amenazante pero inspirador ahí donde se esconde el alma para retomar su lugar entre la pestilencia y la mecánica. En otros puntos cubre a los mendigos y las bestias en un ocaso atemporal, contrasta ahí con las paredes rojas añorantes de riqueza y verdad y con los jardines carentes de futuro, usados para alimentar el presente inmoral. Quizá en otros lugares el ocaso esté cerrando su ciclo, o quizás el ocaso está muy lejos por venir y allí qué decir de la arquitectura de laboratorio, nidos de ratas humanas que quedan mirando hacia el cenit, congelados sin advertirlo. El beato no le debe nada a esta gente ni acata vivir como ellos han decidido su no vivir.
Es bueno hablar de Tierra, aún quiere ésta al beato, y el beato aunque hijo de los muros no ha soltado el cordón con la Madre que le ofrece habitación. Es hora de retener la ignominia y poner toda aberración en su lugar, mucha de ella navega sin raíz, otra busca otra Tierra, pero nosotros estamos en ambas supervisando la exploración con el alma en llamas.
II – Los emboscados
Manadas beatas. No son colectivas, no son tribus en el sentido podrido de la palabra; son hombres convocados por la providencia y que ven en la frente del otro el llamado signo, el signo que nunca se va, el signo que da vida y que ha conducido con amor y honor el misterio de la especie y del espíritu.
Se han reunido a la postre de un nuevo pacto, tienen proyecto y tienen historia. Son altivos, agresivos sin hablar y sin tocar. Traen la ciencia proscrita, el arte del alma humana y la técnica transmitida desde sus cunas reservadas en lo más recóndito de su memoria.
Han visto la pestilencia, el color rojinegro en los cielos y la maleza. Proyectan ya las construcciones, diseñan ya el armamento, la estrategia y el asalto. Dispuestos a neutralizar la hiedra que crece sin corazón bajo sus pies. Es la hora de reventar el flujo, una viga en medio de las arterias invisibles del inicuo, para que se ahoguen en su sangre sus esbirros desollados de golpe.
Bajo sus vestimentas, túnicas oscuras, blancas o como les dicte el espíritu y el territorio, se mueven como los magos de la antigua Sogdiana, tras de sí los campos y aldeas llenas de madres, guerreros y futuro. Ciudadelas, casas, castillos, carpas, cavernas. No hay centro en la práctica, pero llevan el credo en su corazón. Los beatos recorren los puntos de vida, las polis de los indestructibles, conocen las rutas, llevan como la sangre las emisiones de la cultura que confronta al Anticristo.
III – Amanecer sumerio
Hay fiesta en el valle del Edén. Los templos han llegado al cielo. Suben y bajan los emisarios mientras haya tiempo. Lo cierto es que es como una feria, los niños juegan, los adultos beben y comen. Pero evidentemente esto vino a su tiempo.
Primero cantaron las aves al despejarse la bruma y quedar de manifiesto la efigie de los colosos. Antes de la llegada de los guerreros a desposar a las hechiceras de la torre central y beber el vino y bañarse en las amplias piscinas palaciegas, nos reunimos los que debíamos clausurar la fiesta y contar las ganancias, registradas en cuneiforme. Ahí el Señor nos enseñó la lección que no recordamos despiertos, que solo nos reconforta en sueños, mas algo fue anotado y es que el futuro no es un bien en sí mismo, sino el resultado de nuestra propia excelencia. Mientras más condenamos las tentaciones funestas de un presente devorador, más ahorro de vida e hidalguía para momentos continuos de pródiga bienaventuranza.
Por ello el futurismo no dejó más que fracaso e insatisfacción. Un infantil equipararse con la escoria en el nivel de aceleración sin sentido. Tanto fue el despegue de la locomotora que el alma se quedó en los rieles dispuesta a ser arrollada por el siguiente maniático. Tampoco somos los que usamos la fulgurante tradición proyectada en un torbellino tecnológico para suplir una mera ansia de venganza, en búsqueda de alianza con el primer sátrapa que aplaste un par de cucarachas.
Y de ahí el banquete, la conmemoración polar-tropical, la clausura y el viaje a caballo por la estepa, siendo asistidos por los tulpas en el techo del hemisferio y sometiendo a los simios del subcontinente, soñando despiertos con los carros de fuego que cristalizaron el desierto. En el valle del Indo esperamos largos milenios, conversando con peregrinos, comerciantes y ancianos, cada uno de ellos un mundo en sí mismo. A ellos nuestra gratitud.
Y por ello un pensamiento a Sumeria, que en cuyas granjas donde un padre tomó el control de la Tierra y su familia fue bendecida por sus frutos, ahí fue el lugar donde el inicuo fue herido, el que siempre quiere y ha querido tenernos deambulando como bestias y que hoy las tiene a sus anchas manchando el mundo.
Hoy el inicuo quiere “reparar” el daño que le infligimos en Sumeria, cuando el primero de nuestros padres vio más allá del ahora y de su propia biología. Y de papiros a juglares fue contada la historia en amplios márgenes de la Atlántida real.
IV – El viento trae ecos del Pacífico
Cuando el hombre de la exploración descubrió el gran charco, el soplo de una naturaleza indómita lo arrastró invitándolo a sus delicias. Se trató de un torbellino, la psicodelia para la generación de la química. No se puede entender esa ansia por desmembrarse entre las arenas y las olas sin apelar al llamado alegre de la exuberancia.
En la solemne y virtuosa contemplación y goce no hay pecado. Los sentidos se extienden sobre estos parajes, la flora y fauna que va de Alaska al Cabo de Hornos han declarado su independencia respecto del vórtice, pero han guiado el vórtice a sus propias conclusiones. Así como los hombres débiles que huyendo del Tercer Imperio Alemán se instalaron en medio del Océano y tergiversando un mantra milenario llevaron a una generación al colapso. El inicio de la medianoche.
Recóndito es el punto donde cruza el último hombre en un valle a la luz de Santa Lucía. Un tropel de mitos fundantes de calibre próximo. La historia a carne viva, tan viva que la escoria pretende desmontarla como si fuera un vomitivo festival de trapos montados afuera del Louvre.
En el valle, extenso valle, que lleva en una ruta nebulosa hacia la isla blanca del austro, se mezcla el centauro agrícola con el hijo del explorador de los mares, viajan juntos por el descenso que voltea la ruta de los circun-navegantes. Bello es el paraje, los volcanes, salares y viñedos. Los pueblos de la greda.
No en vano es Lircay el tubo de ensayo general, y así como desde el mar del ron se proyecta el fantasma del inicuo, vestido de verde, y con vulgar y grotesco desplante intenta enseñarle al pueblo como vivir, desde el valle de los espejos será enviado el misil de los beatos a pulverizar a su calaña putrefacta y corrupta. Y con ayuda de miles serán lanzados al mar de fuego los que esclavizaron aparentando ser esclavos, los que mataron con la excusa de que los mataban. Los que fueron agredidos por agredir, y que agredieron comandados por la miseria de su alma.
V – El renacer tecno-púrpura
Algunos se han adelantado, han buscado en la aceleración y la paradoja la respuesta, deconstruir a los deconstructores, sumarse a un torbellino fatídico hecho de neón en el cual antes del desenlace final se saca el puñal y se corta la yugular del insurrecto. El esfuerzo ha sido vistoso, todo ante el espectáculo nocturno. Se trata de un gran show en el cual se asume con gallardía todo privilegio y se hunde en el barro al que al barro pertenece.
Mas no ha sido suficiente. La invocación egipcia del caos ha tenido un sentido, pero no ha contado con la proyección propia del beato. Todo se ha montado sobre un espectro, el espectro que recorre entre las palmeras de la costa del Pacífico, transformándola en un montaje de espías y policías impecables al alero imperturbable de la robótica, dispuesta para la revancha de los dioses.
El espectro intenta condicionar la hora final, someter a los héroes a una confusión de ensueño, no hay allí distinción, se encuentran así comprimidos en el absoluto de Plotino, y ello se hace patente en la dificultad de sembrar, de vivir en el territorio y despejarse de la trampa del presente. Ni con apariencias espectrales, ni con dinero fiduciario, ni con la fuerza de puños o bombas nucleares se contiene al inicuo y se lo rechaza llevándolo a su mínima expresión. Es necesario el espíritu del beato, solo él ilumina y pudre la maleza corrupta extendida por debajo de la Tierra.
VI – La belleza para nuestros ojos y oídos
La belleza es el alimento del beato y las grandes ventanas del sonido y la visión han sido con justa razón el canal del mensaje que se requiere fraguar en un primer asalto. ¿Por qué? – porque es lo que se requiere para comenzar y porque nada ha sido comenzado.
Aunque es óptimo el sonido del artesano, ni el sonido eléctrico que emula las playas del nuevo mundo ni el que evoca a la noche de la urbe eurasiática con rascacielos frente al sol de medianoche son prohibidos, porque en ello hay vida, el primer indicio de vida es el arma perfecta contra la escoria cada vez más mortificada. Los sentimientos que se expresan en la imagen pueden tener todos los colores de la paleta de la humanidad, pero cuidado con restar el espíritu y el objetivo.
Rellenar el siglo con beatitud es un buen comienzo, asumir las ruinas, mostrar la vida que aflora en ellas, proyectar las enseñanzas del Señor y de la Tierra, atestiguar sobre el futuro tal como se ha entendido aquí y no como lo entendieron los fetichistas de la máquina. No es como dice el enemigo “performatividad” la teatralidad litúrgica de los magos iranios que aparecen para hacer pedagogía sociopolítica en su trabajo artístico. Llaman a la gran recuperación, enervan y devuelven el soplo de la vida a quienes les corresponde, para que juntos en el éxtasis de la trascendencia pulvericen con el brillo de sus ojos a los esbirros del inicuo.
VII – La complementariedad de los dos sexos
No hay espacio para los menospreciadores de la mujer entre los beatos de la trascendencia, quienes han querido defender algo en el pasado sin defender a sus mujeres han sido aplastados como esbirros peores que los esbirros que combatían. No les debemos nada.
Complementariedad, llevada férreamente a cabo por los que organizan la resistencia entre las ruinas. Madres, beatas, guerreras, dominan fuerzas que se escapan al novato. El héroe cabalga el tigre y el tigre canaliza la naturaleza mejor que cualquier artilugio improvisado por desesperación en el bosque.
No hay espacio para negar la belleza de lo sexual, la mujer evoca el Eros, y tras líneas como éstas hay inspiración femenina, de lo contrario bien valdrían ser tiradas a la basura. Sin ese fuego de vida, tan destructor como purificador, no hay verdadero avance y honor al asaltar las líneas enemigas. Es el fervor del amor humano binario. Maravilla universal que es nuestro escudo y nuestra lanza.
Que estos siete puntos ilustren la continuación de la tarea.
Imágenes:
1- Fuente: https://bit.ly/37c0T2p
2- Fuente: https://bit.ly/342NkA7
3- Fuente: https://bit.ly/2LmQZSY
4- CRÉDITOS: Dr. Gustavo Aldunate Noel - Fuente: https://bit.ly/3mg1h42
5- CRÉDITOS: Xavier Portela - Fuente: https://bit.ly/3qSW8lZ
6- CRÉDITOS: Luis Poblete Meza (IG: @zanganopintor) - Fuente: https://bit.ly/2LvGInG
7- "Springtime" por Pierre Auguste Cot - Fuente: https://bit.ly/3oKSAQV
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